MARCO HISTORICO


Esta obra se centra en el municipio de Ilamatepeque, en el departamento de Santa Bárbara.

Amaya Amador nos narra la historia de dos humildes campesinos que participaron en la batalla liderada por el General Francisco Morazán, que buscaban la unidad de los pueblos centroamericanos.

Se trata de dos hermanos Cipriano y Doroteo Cano, que luego de estar por mucho tiempo en el ejército del General Morazán, regresaron 10 años después a su natal, Ilamatepeque, Santa Bárbara, una comunidad inmersa en el retraso cultural y el analfabetismo de la mayor parte de sus pobladores.

Después que el General Francisco Morazán fuese fusilado en San José Costa Rica en 1842, los hermanos Cano decidieron regresar, donde se llevaron una gran sorpresa al ver el pésimo cambio en el pueblo que gobernaba en ese tiempo el alcalde Gervasio Lázaro.

Desde su llegada los hermanos Cano se hicieron personas de respeto de los cuales se hablaba mucho, como ellos estuvieron en el ejército aprendieron muchas cosas entre ellas los remedios caseros por medio los cuales recetaba a los del pueblo y ofrecían su experiencia obtenida.

Ellos querían ayudar a los demás, querían contribuir con el progreso de su pueblo, en particular de la juventud, enseñándoles a leer y escribir, fundando una Escuela donde se reunían para aprender y plantearon posibles reformas, cosa que fue mal vista por los jefes del pueblo, quienes respondieron molestos porque conocían las ideas revolucionarias que tenían estos que formaron parte de los que apoyaban a el General Morazán. Y sabían que al dejarles hacer estas reformas pedían meter estas ideas revolucionarias a la gente del pueblo.

Ese deseo de superación es el motivo por el cual la Reacción Inquisitorial, encabezada por el cura, el alcalde y los notables del pueblo, los acusó de herejes, de tener pacto con el diablo, desde ese momento fueron catalogados como brujos, acusados de haber echado una maldición de enfermedades y de introducirles tortugas en el estómago a sus enemigos para darles muerte, motivos suficientes para fusilarlos.

Lastimosamente como era de esperarse, debido a la ignorancia y las supersticiones de las autoridades y el pueblo, esto originó que los hermanos Cano fueran enjuiciados y condenados a fusilamiento, por que según ellos las acusaciones eran reales.

Tanto los hermanos Cipriano y Doroteo Cano, así como el General Francisco Morazán murieron por la misma causa. Y con  la frente en alto.


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